Opinión | Ceviche

Por José Nava

La primera vez que se viaja a un lugar desconocido siempre causa expectativa. Por más que nos empapemos de información sobre el lugar, veamos fotos, videos o leamos un artículo sobre él, la experiencia de estar ahí siempre será diferente, se pueden superar las expectativas o llevarse una decepción.

Bahía de los Ángeles, una de las joyas naturales de la Baja California, que se empapa con las aguas del Mar de Cortés o Golfo de California (patrimonio de la humanidad). Está ubicada muy cerca de los linderos de Baja California Sur. A inicios del 2020 perteneció al municipio de Ensenada, pero al convertirse San Quintín en municipio (febrero, 2020) Bahía quedó suscrita a San Quintín. En Bahía se encuentra la misión dominica de San Francisco de Borja Adac fundada en 1762.

Para llegar a ese extraordinario lugar desde la ciudad de Tijuana se deben de recorrer 640 kilómetros y dependiendo de la velocidad a la que se conduzca, el tráfico de tráileres, camiones de pasajeros, las condiciones de la carretera, los posibles accidentes en el camino, las paradas para descansar, y una que otra vaca que se atraviesa, se pueden hacer ocho, diez o doce horas de viaje.

El clima depende del mes en que vayas. La primera vez que fuimos fue en el mes de mayo. Salimos con lluvia y nos tocó un clima frio y nublado hasta San Quintín (que alguna vez fue una colonia inglesa)  y llegando a El Rosario, la temperatura ya empezó a cambiar. El Rosario es un poblado creado cuando se fundó la primeria misión de la orden de los dominicos en Baja California, Nuestra Señora del Santísimo Rosario de Viñadaco, en 1774.

El Rosario es la última parada para abastecerse de provisiones y gasolina. Ahí termina la mancha urbana y comienza el clima cálido y seco. El siguiente punto para obtener suministros es  Cataviñá, que está a 122 kilómetros de El Rosario.

De El Rosario hasta Bahía, a excepción del pequeño poblado de Cataviñá, siguiendo los espejismos de la interminable y bailadora línea amarilla, lo que encontraremos en el camino serán algunos espectros de lo que alguna vez fueron casas, rancherías y una que otra improvisada tienda. Ahí comienza un paisaje majestuoso, imponente y desolado con grandes valles y una fauna y flora endémica extraordinarias.

En el trayecto podremos ver un sinfín de biznagas; bolas llenas de espinas, con hermosas flores que parecen oasis en un desierto. Encontraremos saguaros, “titanes” embalados en espinas de 7 centímetros. Llegan a medir de 15 a 20 metros de altura y tener un diámetro de 75 centímetros. Estos custodios del desierto bajacaliforniano viven alrededor de 300 años, y a los 69 años les brota su primera flor.

Siguiendo el recorrido, encontraremos el Valle de los Cirios (área protegida desde 1980, por su biodiversidad). Los cirios son “gigantes” que llegan a medir hasta 20 metro de altura. Tapizados de ramas pequeñas de unos 50 centímetros con hojas ovaladas y estrechas. En temporada de verano y otoño, dan una flor de color amarillo de un olor parecido a la miel, aromatiza el desierto.

Es imposible no quedar asombrado por lo único y excepcional del paisaje.

Pero después de 10 horas de trayecto, y con solo unos burritos de huevo con chorizo en el aparato digestivo, el hambre ya empieza a sentir. Por fin llegamos a Bahía de los Ángeles. Pero aún nos faltan unos 15 minutos para llegar a nuestro destino final, La Gringa. Una playa que no se puede describir, hay que conocerla.

Arribamos alrededor de la doce del mediodía, el calor está intenso, unos 38 grados. El viento correo suave pero no refresca. El mar se encuentra dócil y de un azul intenso. Pero la familia ya tiene hambre, hay que pescar la comida, literal.

Siempre la primer comida en este lugar es el Ceviche. Recetas hay muchas, así como estilos. Para elaborarlo no se necesitan ingredientes muy costosos.  Solo hay tener; tomate o jitomate; depende de dónde sea el cocinero, cebolla; puede ser blanca o morada, o de las dos, yo prefiero la morada; cilantro; me encanta el olor fresco, pepino y limón “mexicano”, no “persa” por favor. Todo debe ser picado, en cuadros o rectángulos, pero que se han pequeños. También lleva especies: Sal de ajo, pimienta, orégano. Para esta receta no hay medidas específicas; cucharadas, tazas, graos o mililitros, si al caso pueden ser pizcas; una pizca de esto otra de pizca de aquello. Todo es al tanteo, como lo hacían las abuelitas, hay que ir oliendo y probando, todo es al gusto. En general debe de haber un equilibrio de los ingredientes.

Falta el ingrediente principal, ese no lo tenemos, hay que pescarlo. En estas aguas del Mar de Cortés existe un pez que es muy sabroso y que los locales lo llaman cochito. A decir de ellos es el mejor para el ceviche, y de verdad que los es.

Entonces a la carga, hay que sacar el equipo de pesca. Hay muchos tipos, medidas y estilos de equipo de pesca, pero yo uso el básico. Una caña de siete pulgadas con hilo para veinte libras, anzuelo del número cuatro y una plomada de dos onzas. El arreglo que se usa es sencillo, la plomada se pone al final y a unas doce pulgadas se coloca el azuelo con un líder de metal porque los dientes del cochito pueden, de un mordisco, romper la línea. De carnada uso sabana de calamar, muy efectiva.

Para pescar a este pez no es necesario una técnica especial, solo hay que lanzar la carnada lo más lejos que se pueda y esperar que el pez “muerda el anzuelo”.

Ya con el pescado fileteado y partido en trocitos se pone a curtir en limón, sazonarlo con las especies y cuando éste cambie de color, se ponga blanco, se debe de revolver con la verdura previamente picada y listo. De ahí cada glotón se lo prepara al gusto, en tostada; con una capa de mayonesa y una de aguacate; en plato o vaso, como cóctel. Algunos le ponen salsa; de habanero, chiltepín, Valentina, Tamazula, Huichol, otros un poco de clamato. La bebida para acompañarlo es al gusto, una cerveza o un coca, pero que esté bien helada.

El “camping” comenzó con un excelente y fresco ceviche de cochito, una cerveza, y el majestuoso y azulado Mar de Cortés.

P.d. No les conté de las almejas que comimos recién sacadas del mar. De la miles y miles de estrellas que se ven por la noche así como de las estrellas fugaces. Del tiburón ballena, las tortugas, focas, delfines, coyotes, águilas, víboras de cascabel, que nos ha tocado ver…una chulada.

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