Por Gabriel Mendcoza García
—Goooey, qué bueno que me contestas, paps.
—Cómo estás, papito.
—Hiper triste, goey. Se murió Don Lety.
—¡Goey! ¡No chingues! Don Lety, goey.
—Sí, rey. Hay que cuidarnos un chingo.
—Mames que se murió de Couved.
—Sí, goe, se infectó en la combi. Don Lety vivía en Ecatapec, goey, se hacía como dos horas a Bosques. Esto está de la súper fruta, rey.
—Lo siento, paps. Sé que Don Lety era como de la familia. ¿Cómo está Doña Grace?
—Devastada, goey. ¿Cómo quieres que esté?
—Salúdamela mil, goey. Sorry. Pobre Don Lety.
—Horrible, goey. Lo bueno es que ya están buscando a otro chofer.
—Pues sí, ¿no?
—La vida sigue, paps.
—Hay que echarle huevos al chocomilk, goey.
—Bro, la próxima semana tengo que ir a Nueva York, goey. ¿Qué? ¿Vamos?
—¿A qué vas, rey?
—Se va a armar la machaca, paps. Me hice amigo del distribuidor de Toyota de Shanghái. Vamos a empezar a traer unas camionetas súper nice.
—Jalo mil. Cero ganas de estar encerrador otro mes. Con lo de Don Lety, me deprimí cañón, goey. O sea, pobre cabrón, goey.
—Goey, goey, show must go on.
—Eso sí, bro. Pues sí, jalo a Nueva York. ¿Cuándo nos vamos?
—El martes, paps. Nos vamos en Across, vuelo directo, sin gente que nos pueda contagiar, goey.
—Como padrotes, paps.
—Obvi.
Dos días antes.
Leticio Ordóñez se preparaba, como cada mañana, para acudir a sus labores de servidumbre automovilística. Llevaba más de diecisiete años al servicio de los Gómez-Sainz. Sus habilidades de manejo eran envidiables. Nunca, en sus sesenta años, chocó o ralló una moldura. Lo irónico: con lo que ganaba no le alcanzaba para comprarse un auto propio. Leticio se convirtió en chofer cuando, desde niño, viajaba como cacharpo en los microbuses, para después convertirse en chofer de combi y luego en taxista. Poco a poco fue mejorando sus habilidades, y en una ocasión en que logró soslayar un tráfico de muerte, mientras transportaba al licenciado Gómez-Sainz, logró un ascenso afortunado: le ofrecieron ser conductor particular. Leticio no lo pensó y esa noche llevó a su esposa a cenar a Sanborns. Ella ordenó tecolotes y él, enchiladas suizas. Lo siguiente fue comprarse un traje decente y cortarse el cabello. El lunes siguiente se presentó con el licenciado (cómo él solía referirse a su nuevo patrón), y de inmediato comenzó con sus labores. Leticio vio crecer al pequeño Iker y a la niña Roberta. Doña Grace era una patrona exigente, y siempre le pedía que no oliera a “humanidad”, por lo que Leticio debía bañarse en cuanto llegaba por la madrugada. Y así, diecisiete años transcurrieron en un parpadeo, hasta que llegó la pandemia y se infectó, como muchos otros que debían valerse del transporte público y el confinamiento con otras personas que, si no salían a trabajar, se morían de hambre.
—Doña Grace, no se me acerque. Me siento muy mal. Creo que me infecté.
—No, usted no puede infectarse. La gente como usted está acostumbrada a los microbios y a los virus. Ustedes comen cosas de la calle, por ende, sus defensas deben de estar sumamente fortalecidas. No me venga con cosas, usted de seguro está resfriado. Dígale a Godo que le prepare un té y después necesito que lleve a los perros a su sesión de Spa canino. La cita es a las once, así que mejor se me va apurando. Ah, y no se olvide de nuestro trato.
—¿Qué trato, Doña Grace?
—Lo de no oler a “humanidad”. Métase a bañar, ándele, le va a hacer bien.
Esa mañana, Don Lety cumplió con todas las encomiendas, pero una vez que se dispuso a regresar a casa, sus pulmones colapsaron al presentar una enorme carga viral de Covid, y se desplomó en Indios Verdes. El cuerpo de Don Lety derribó un puesto de tacos de canasta de cinco por diez pesos. Un poco de salsa que resbaló de las fauces de un obeso hombre manatí que no reparó en la muerte de Don Lety, manchó el rostro inerte.
Mientras tanto, en Palacio de Gobierno:
—Señor Presidente, es urgente que tomemos medidas respecto al transporte público. La gente se está contagiando allí.
—Sí, espera. Mira esto… Dame tu opinión.
Hugo se quedó mirando con éxtasis cómo el alto mando mexicano le sacaba brillo a la pista de baile.
“Loving you
is like playing with Dynamite
But to stay away from you
I got to put, put up a fight
i cant seem to get you out of my mind
no matter how hard i try…
Danger, danger
hes dangerous
danger straight ahead….”
